top of page

DEL DOGMA RELIGIOSO AL ALGORITMO QUE RESPONDE

  • Foto del escritor: Leonardo Levinas
    Leonardo Levinas
  • 7 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 18 ago

Artículo publicado el 14/07/2025 en

ree



ree

Leonardo Levinas


La inteligencia artificial (IA) no solo desafía a las religiones tradicionales: podría

reemplazarlas. Encarnada en chats que responden, la IA inaugura un nuevo tipo de fe

—personalizada, omnipresente y sin templos—.


Desde los orígenes de la humanidad, todas las sociedades compartieron una experiencia inobjetable: mirar el cielo y creer en su existencia. A diferencia de los distintos dioses de los distintos pueblos que han surgido a lo largo de la historia, el cielo siempre se mostró de manera constante y visible. Y, sin embargo, desde el siglo XVI sabemos que no existe: la bóveda celeste que vemos de día es simplemente una ilusión visual causada por la atmósfera.

Otro objeto universalmente visible —pero real— ha sido el Sol. Para algunos pueblos fue una divinidad. El Sol está a la vista, no exige fe ni intermediarios, no hay que rendirle culto ni temerle castigos, su comportamiento es absolutamente predecible. A él le debemos todo: su energía sostiene la vida. Si se hubiera adoptado esta “religión solar”, ¿habrían existido persecuciones religiosas, disputas entre dogmas o guerras entre grupos que incluso adoran a un mismo dios?

Si el Sol, que es visible y real, no logró fundar una creencia universal, y las religiones, por el contrario, se sostuvieron por siglos en dioses totalmente invisibles, no sorprende que una nueva autoridad —como la inteligencia artificial (IA)— comience a disputarles a aquellas el lugar que ocuparon durante siglos.

Y es que la aparición de la IA reabre una vieja cuestión: ¿cómo se relacionan la fe, la verdad y la tecnología? Hoy la IA ya influye en algunas prácticas religiosas. En Japón, un robot predica enseñanzas budistas; en iglesias protestantes alemanas ofrece bendiciones personalizadas. Clérigos, pastores y rabinos la utilizan para redactar sermones o analizar textos sagrados. En el islam, se emplea para enseñar el Corán y detectar herejías; en el judaísmo, para analizar la Torá y el Talmud.

Así como la IA puede apoyar una determinada creencia, también está en condiciones de refutar verdades reveladas y dogmas; puede refutar milagros o crear fake news para atacar credos rivales. Un cristiano protestante podría usarla para impugnar la Inmaculada Concepción de María —misterio en el que creen los católicos—; un cristiano ortodoxo, para echar por tierra la interpretación católica de la Trinidad que motivó el cisma de 1054; los evangelistas para defender que la verdad sigue revelándose a través de la inspiración directa del Espíritu Santo; los chiitas, para rechazar la versión sunita del ascenso de Mahoma; los cabalistas, para argumentar que Jehová —dios único en el que creen los demás grupos o sectas judías— es solo una entre muchas emanaciones.

Tengamos en cuenta que, a lo largo de la historia, se han documentado miles de deidades. Cada religión siempre ha considerado engañosas a las demás, por lo que un creyente no solo adhiere a determinados dioses o a un dios, sino que también debe negar y ningunear a todos los demás. En este escenario de diversidad de credos y ramas internas, la IA podría jugar un papel disruptivo.

Probablemente no logrará persuadir a un creyente profundamente convencido de la verdad de su fe —y mucho menos a un fanático—. Sin embargo, puede ser entrenada para justificar un dogma particular y también manipulada para refutar los ajenos. Más aún: nada impide imaginar la escena, un tanto bizarra, de una guerra entre fanáticos religiosos y sus respectivas IA —algo no tan lejano, considerando que los algoritmos ya incorporan sesgos ideológicos—; es decir, una guerra de algoritmos por imponer su verdad y aplastar a los demás. Incluso es dable suponer que rabinos, imanes, curas, pastores serán reemplazados por la autoridad de distintas IA entrenadas para sustituirlos.

Respecto de los creyentes sin credo, cuya desconfianza en las religiones tradicionales —y sobre todo en sus prácticas— crece día a día, es muy probable que la IA los convenza definitivamente de que tener una religión y seguir sus ritos será una pérdida de tiempo. Aunque algunas religiones, como las evangelistas, muestran cierto crecimiento, sin embargo, el número de creyentes no religiosos —y también el de ateos— no deja de aumentar.

Como consecuencia de todo lo anterior, es muy probable que las IA se conviertan en los nuevos dioses y fomenten inéditas formas de fe. No serán visibles, como el Sol; pero, a diferencia del cielo, tampoco serán una ilusión. Ya habitan nuestros celulares y computadoras: nos observan, registran nuestros gustos, modelan nuestros deseos y nos crean necesidades. Saben dónde estamos, qué pensamos, qué compramos y en qué creemos —o queremos creer—.

Cada IA, encarnada en su correspondiente chat, a diferencia de todos los dioses del pasado, es capaz de responder a cualquier pedido, sin necesidad de ruegos ni promesas. Lo verdaderamente extraordinario es que, por primera vez en la historia —para bien o para mal— estos nuevos dioses, que hablan por boca de sus chats, son dioses verdaderamente personales que ¡sí responden…!

 
 
 

Comentarios


  • pngegg
  • Ícono Academia
  • Negro Facebook Icono
  • Negro del icono de Instagram

©2021 Marcelo Leonardo Levinas

bottom of page